sábado, 3 de mayo de 2008

De regreso

Esto es una prueba.
Sí, he regresado.

martes, 23 de enero de 2007

Mr. Khype said he would go to the barber shop himself

No tengo nada que contar -¿alguna vez he tenido?. De todos modos, ese es el chiste de tener un blog, ¿no? Hay que escribir. Así que escribo.
Hoy fui a cortarme el pelo a un lugar que me recomendó Yves. Es un lugar en un edificio horroroso del centro. Está detrás de catedral y para llegar al salón en cuestión hay que atravesar unos lotes de joyería, subir tres pisos de negocios dudosos y entrar a una tienda de tatuajes. Pueden imaginarse la ambientación. Cuando llegué, muy dueño de la situación, entré haciendo como que conocía perfectamente todo. No había nadie. Le pregunté al chico de los tatuajes si sabía a qué hora iba a abrir o qué coños (claro, en mi imaginación y sólo en mi imaginación dije 'qué coños') y me puse a explicarle detenidamente mis planes de hacerme (o, mejor dicho, que me hicieran) un tatuaje. Quiero una cosa bien... ¿modernista, por decirlo de algún modo? Estoy pensando en un diseño floral Art Nouveau. Sí, bastante maricón, lo sé. Mientras le estaba explicando el papel del modernismo en la poesía de posguerra (no es cierto, no llego a tales puntos de mamonería) llegó un fulano.
'Es él', me dijo el encargado.
Fulano estaba rapado y tenía rastas. 'Hmm, seguro mi corte va a ser muy interesante', pensé.
'¿Cómo va? Fíjate que me recomendaron mucho contigo', dije. 'Quiero un corte porque fíjate, acá atrás traigo el pelo todo esponjado y ya no se me acomoda'.
Fulano me vio como a un cuadro de Picasso.
'O tú qué piensas', dije yo.
El encargado dijo, 'No, él es quien hace los tatuajes'.
'Ah', dije yo. 'Por eso. Quería que me hicieras un tatuaje en el pelo. Sería algo muy sofisticado y novedoso'.
Fulano sonrió. Ya después volví a recitar mi sermón acerca de mis flores modernistas. Posiblemente lo termine haciendo ahí. Quedamos en que (un día) iríamos a la oficina de correos a ver diseños art nouveau.
Como no aparecía el amigo peluquero opté por hacer mi tour por Donceles. Sobra decir que me gasté más de lo que debería. No me importa. Estoy muy contento porque conseguí Where I'm Calling From, de Raymond Carver, y la autobiografía de Nina Berberova -llevo seis años buscando ese libro. Además me compré Έξι νύχτες στήν Άκρόπολη (Seis noches en la Acrópolis), de Γιοργος Σεφερης (Giorgos Seferis), y me llené de emoción.
Cuando regresé ya había llegado Valmont, el peluquero. Muy agradable, el chico. Primero estuvimos hablando de Yves. Luego entramos al espinoso tema de 'qué es ser gay'. Para mi sorpresa, Valmont es bastante inteligente y teníamos puntos de vista parecidos acerca de este tema. En pocas palabras podemos decir que ser gay está de hueva si te cierras a la vida y (como la mayoría de güeyes) sólo te mueves en un diminuto círculo de antros. Después pasamos revista a los antros que habíamos ido. Me quedé asombrado. Habló de tantos bares, antros, cantinas, etc., que mi alegre Lipstick y mi horror-tour en los Titos quedaron lívidos de vergüenza. Todavía me faltan muchas cosas por conocer. Finalmente terminó su corte -me temo que los temores de Yves se hicieron realidad y creo que tengo el mismo corte que todos los que ha llevado con Valmont- y yo quedé muy contento.
Ahorita voy a ver Epidemic de mi novio Lars von Trier. Estoy fascinado con su libro. Está bastante loco el señor.
Ah, por cierto, ya vi la mentada película de El laberinto del fauno y, será que soy muy victoriano, pero se me hizo excesivamente violenta. Von Trier también habla de condiciones extremas en sus películas, pero siempre lo hace de una manera muy estética y no por eso menos acertada o impresionante. Aún no sé si me gustó esa película o no. Lo que sí aluciné fue que TODO está hecho a computadora. Eso de la tecnología no me acaba de convencer.
Bueno, qué importa. Ahorita voy a orgasmearme con mi novio Lars y sus películas jaladas.

viernes, 19 de enero de 2007

Receta de la abuela

Hace mucho que no escribo. Lo siento. Me gustaría decir que he estado muy ocupado, pero eso no es exactamente cierto. Si bien es verdad que últimamente estoy menos tiempo en la computadora, esto se debe, en realidad, a que he decidido que me distraigo mucho y me quita mucho tiempo. Además, también me enorgullezco de decir que ahora tengo también más vida social, y últimamente he estado haciendo mi investigación de campo sobre el mundo alegre.

Pero basta de trivialidades. He decidido publicar la mejor receta de café de olla que conozco. De hecho, esta es, prácticamente, la única forma en que tolero tomar café.

Hierve 4 tazas de agua y añádeles media taza de café tostado y molido, 125 g (como dos barras) de piloncillo, 10 cm (más o menos una rama) de canela , 5 clavos (de preferencia no muy oxidados), y la cáscara de un cuarto de naranja. Cuando ya esté hirviendo el agua hay que bajarle a fuego lento y dejarla reposar por 5 minutos. Después añade una taza de agua fría (o al tiempo). Quítalo del fuego y déjalo reposar por otros 5 minutos.

Esta fue la receta que más me recordó a México cuando vivía en San Diego. Me fascinaba tomar café en los días fríos (sí, a veces hay días muy fríos en San Diego), mientras hacía las horrendas traducciones de sentencias de divorcio y manuales de empleados.

domingo, 14 de enero de 2007

Momentito...

Sí, aún son vacaciones y no he escrito todo lo que pensaba escribir. Pero ya lo haré, no se desesperen. Creo que volvería a ser bueno tratar de describir la fiesta de Yves y después, partes de una conversación que tuvimos ayer.

Además acabo de leer una minibiografía de Virginia Woolf (muy centrada en el aspecto de la locura -lo cual me parece nefasto) de donde quiero rescatar algunos puntos.

Finalmente -y posiblemente lo menos interesante- es que creo que tengo una idea para mi primera novela.

lunes, 8 de enero de 2007

Bittersweet Symphony

Recuerdo que cuando estaba en el centro budista, tratabamos de cultivar la ecuanimidad. La ecuanimidad se trata, en pocas palabras, de evitar los extremos: no volverse loco por algo, pero tampoco vomitarse por algo. Vivir como en el punto medio. Cómo necesitaría tener eso ahora.

La manera en que voy a contar las cosas ahora se debe, en gran parte, a que soy muy flojo para escribir y que, por lo mismo, no les conté lo que me pasó en mi primera fiesta antrera. Para su fortuna -y posiblemente para la mía también- voy a omitir muchos detalles contenidos en la primera versión de este relato.

El viernes pasado fui por primera vez a un antro (ahora sí, lo que se dice IR a un antro). Además, para hacer las cosas más interesantes era un antro gay. Fue el cumpleaños de mi amigo Yves y, como sabía que a mi me llenaría de emoción ese tipo de actividades, me invito a su fiesta. Aunque quisiera escribir de lo maravilloso que lo pasé, creo que la euforia se ha esfumado. Sólo puedo decir que, en verdad, me divertí mucho. Fue una experiencia MUY diferente a las que había tenido. Estuve toda la noche con otro amigo, conocí a un chico (al que probablemente vaya a ligar, eventualmente) y, en pocas palabras, me sentí la Paris Hilton de la noche (sí, en serio, aunque no hubo vomitadas). Las luces ténues y rojizas, ambiente lleno de hombres guapos, la música vibrando, todo, todo fue tan excitante.

Todo esto me dejó realmente emocionado. Tanto, que aún hoy, lunes, seguía en la fiesta. Apenas escuchaba música (como el disco de Paris Hilton, que hice bien en bajarme), apenas veía la camiseta que me había puesto, sentía ganas de bailar, sentía toda la adrenalina de la noche.

Pero hoy volví a ver a Yves. El rescató mi camisa, mi sueter y mi morral rojo, que dejé aquella noche. Entonces estuvimos hablando acerca de cómo me había parecido la fiesta y otras cosas. Pero la conversación empezó a girar hacia la parte de cómo eran las relaciones gays, porque yo me sentía un poco decepcionado de que no había ligado en la noche. Y fue esto lo que me deprimió. Según Yves, la vida gay tiene dos opciones: la tragedia o la pendejez.

La tragedia es que, a su modo de ver, lo más normal es la zorrez. Todo mundo zorrea con todo mundo, hay muchísima pose, muchísima mamonería, todo mundo se siente parido por las hadas, y todo mundo coge con todo mundo. Aunque, en un principio esto puede sonar divertido, en realidad a la larga termina siento algo deprimente, porque al final es algo completamente vacío. No hay relaciones serias ni a largo plazo (eso lo pude comprobar ya en mi visita al antro). Además, la cereza en el pastel es que a los 30 te da SIDA y a los 40 te mueres. Fin de la historia.

La pendejez es exactamente lo mismo, nada más que haciendo como que no te das cuenta del vacío de las relaciones y juegas todo el tiempo a ser la pendejez andando.

Ahora bien, eso no me cayó tan de sorpresa. Pero me di cuenta de que mis presentimientos no estaban tan errados, y que era difícil andar en este ambiente sin volverse paranoico. Pero no fue eso lo que me deprimió, sino más el hecho de pensar que (parecer ser que) ese es la única manera de relacionarse. Y además, todo (los medios, el antro, la moda, etc.) da lugar a que sea así: pendejo, superficial y rápido.

Sí, no dudo que esto sea muy divertido un rato. Pero me NIEGO ROTUNDAMENTE a participar en estos modos de relación. En serio. Me asquea. (Creo que eso es lo que hace que mi personificación de Paris Hilton no sea totalmente perfecta.) Y me deprime pensar que (por lo visto) todo mundo está muy feliz con estos juegos tontos. Hmm. No sé qué más decir. En serio. Ahorita me siento conflictuado.