martes, 21 de noviembre de 2006

Introducción

Imposible es resistir la tentación. No, no, no. ¿Cómo? ¿Cómo yo, yo, el supremo, voy a perder la oportunidad de delirar una sarta de pendejadas y banalidades? ¿Cómo podría atreverme a dejarlos, queridos feligreses, sin su porción diaria de lectura edificante? Mi deber me llama. Hay que contribuir a llenar la internet de cosas intrascendentes, ¿o qué?, ¿acaso podemos decir algo realmente importante? Haremos la prueba.

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