viernes, 15 de diciembre de 2006

Iniciación (2)

[Este post es la continuación (por fin) de Iniciación así que, si no has leído esa parte, te recomiendo que la leas primero.]

Nos habíamos quedado, entonces, en mi primer encuentro con MC y sus fantásticas habilidades (para meterse mota, esto es). Pocas cuadras después (tal vez fueron sólo pasos, recurro a la memoria para reconstruir mi relato), llegamos a un bar. No tengo idea de qué bar era, lo único que recuerdo es que estaba dividido en dos. En un ala estaba la onda gay, y en la otra la onda dyke. (Claro, a la hora de la hora todo estaba mezclado, como de costumbre.) Y esperando en una barra estaba el amigo Duperret (pongo ahora nombres porque ya me aburrí de usar sólo letras.) El amigo Duperret lucía un peinado divino, una cosa medio mohawk con garigoleados a los lados que, a pesar de que he tratado de imitar, reconozco que aún estoy lejos de llegar a tal grado de sofisticación. Oh, el amigo Duperret, tan solo de pensar en él suspiro. (Ah. Qué curioso, en ese momento me pareció que estaba mono, hunky, y ahora, cuando apenas puedo recordar su cara, pienso que era divino, digno de ser estrella porno internacional.)
El amigo Duperret nos invitó cordialmente a pasar al barcillo este (no es de extrañar, él es el dueño). Mi querido Yves [hasta hace poco llamado simplemente O] dijo otra vez 'Gracias, pero no gracias'. Sus razones tenía. De todos modos, el amigo Duperret no perdió la oportunidad para contarnos el plan de su vida y su futuro viaje a Tailandia (por tercera o cuarta vez), y el nuevo tipo que tenía. En pocas palabras, no desperdición la ocasión para despampanarnos con todo el glamour de su vida de ave nocturna. (Después Yves me contó una historia un poco diferente acerca del amigo Duperret.)
Pero el tour no había terminado. No, no, no. Si apenas vamos comenzando. No nos quedamos mucho tiempo más, porque como Yves no había encontrado a la misteriosa persona que estábamos buscando, habíamos pensado que más valía emprender la graciosa retirada y volver a nuestras moradas naturales. Así que íbamos de regreso hacia el metro y nos encontramos una símpatica tienda de ropa. En realidad, (apenas puedo recordarlo), era como tienda de souvenirs aditada con ropa interior ultra gay. Junto había una lavandería. (Sí, en medio de la Zone, una lavandería.) Y aquí viene la parte de leyenda urbana, en esta historia. Resulta que, según Yves (y suena bastante lógico), esas tienditas no podrían sobrevivir así nomás en la Zone -sobre todo la lavandería. Pero, había que ver un poco más allá de la mera apariencia. En esas tiendas además de tu banderita de arcoiris, tus calzones de leopardo y demás parafernalia gaykitsch, podías conseguir una buena fockeada. ¡Fíjate qué visión de mercado! Oh, pero había una pequeña condición. Tú, como cliente, no puedes pedir, sino que tienes que esperar a que te ofrezcan la mercancía. Eso, claro, si cumples con SUS estándares de calidad. Eh, qué tal. Además (aquí empiezo a debrayar) la lavandería lavaba algo más que ropa. (You know what I mean). Como podrán ver, este era un negocio redondo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

carajo!!! (ahora agregale mi tonito south park please)
ya conocía la versión oral del asunto pero ahora me reí más
umm..estoy intrigada kiero saber que clase de poquerías hacen en el centro de lavado jeje
(ahora agergale los ademanes que solemos hacer cuando platicamos tu y yo de...cosas jaja) pero bueno ya!
en fin creo que soy tu primer comentario, aja.
oye, dear te xtraño.
(ya sabes kien soy...creo)
merry XXXmas!!